Aunque tengas una gran idea, si no la plasmas adecuadamente,
no servirá de nada. Y por muy fascinante, original y notable que sea la historia
que quieres contar, si utilizas frases ilógicas, complicadas de entender y
extrañas, dicha historia terminará antes de empezar.
Pero, dentro de la
sencillez también debemos buscar la complejidad, y hay multitud de
herramientas, técnicas y trucos para encontrarla.
Sabemos que la normativa para construir oraciones no es algo
inalienable, que no se pueda transformar. Sino todo lo contrario:
Debemos saber jugar con la
normativa, con la construcción de nuestras oraciones y ser originales.
Por ejemplo, el orden sintáctico no siempre tiene que ser el
mismo, y jugando con él, se puede conseguir mucho.
Y aquí es donde entra el hipérbaton: la figura retórica con la que se invierte el orden de las
palabras.
Empezaré con un ejemplo
de Gustavo Adolfo Bécquer:
1-
“Volverán
las golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar.”
Sin el hipérbaton la oración normal o estándar sería así:
2- “Las
golondrinas volverán a colgar sus nidos en tu balcón.”
El cambio es más que significativo. Con el hipérbaton la
oración adquiere fuerza, se vuelve
más enfática y adquiere un matiz nostálgico y lírico.
No obstante, el mal uso del hipérbaton (como el de cualquier
otra figura retórica) puede resultar en una oración extraña y artificiosa.
Veamos un ejemplo
de otra grande, Alice Sebold:
1-
“Bautizó
las paredes y la silla de madera con la noticia de mi muerte, y se quedó en el
centro del cuarto de huéspedes, rodeado de trozos de cristal verde.”
Así es como lo escribió Alice
Sebold, de una forma simple, lógica
y clara. En cambio, si se busca aún más la lírica (que el texto de Alice
Sebold ya tiene) conseguiremos un efecto
extraño y tedioso:
2- “Con
la noticia de mi muerte las paredes y la silla de madera bautizó, y en el
centro del cuarto de huéspedes se quedó, de trozos de cristal verde rodeado.”
Otro ejemplo cogiendo
una frase de Tolkien:
1-
“Los
hobbits son un pueblo sencillo y muy antiguo, más numeroso en tiempos remotos
que en la actualidad”. (Original)
2- “Son
un pueblo sencillo y muy antiguo los hobbits, en tiempos remotos más numeroso
que en la actualidad”. (Modificada)
Aquí he cogido la frase de Tolkien y he invertido el orden
de “los hobbits”, que es el sujeto, con el predicado. Notamos que colocando “los
hobbits” al final queda raro, se nota artificioso, quizá sí con un toque
lírico, pero en detrimento a la naturalidad. Y en la segunda parte he cogido “más
numeroso” y lo he puesto detrás de “en tiempos remotos”, cortando la conexión
con la oración anterior, y eso hace que la frase chirríe.
Está claro que la segunda forma no es para nada adecuada, y
que la forma original de Tolkien es más
clara y natural, se entiende mejor, con el sujeto al principio (su posición
natural).
Para darse cuenta de estas cosas es muy útil leer en voz alta lo que has escrito. Siempre se debería
hacer. A cada página, a los tres o cuatro párrafos, cuando te encuentres
atascado/a y necesites volver al principio para releer, etc.
Los relatos que escribas, además de repasarlos y releerlos dos
o tres veces, también hay que leerlos en voz alta. Parece algo insignificante,
pero te das cuenta de muchas cosas…: frases desordenadas y sin lógica,
cacofonías, rimas innecesarias, repeticiones innecesarias de palabras, reiteraciones,
darte cuenta de cómo juegas con el sonido y la fonética, etc.

Las figuras retóricas
son delicadas de utilizar, pero si se saben dominar adecuadamente, se
convierten en una herramienta
poderosísima para enriquecer tu novela. Por eso, lo importante es aprender
a utilizarlas, practicar, reflexionar sobre su uso, su significado, lo que
aportan o, si por el contrario, son un peso innecesario.
Hay que huir de todo vicio: utilizar
figuras retóricas sin saber porque, sólo para dar un aspecto “literario” al
texto, para que suene “literario”, es un grave error. Ya que se está malinterpretando lo literario con lo
complicado y ampuloso.
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